lunes, 21 de octubre de 2019
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miércoles, 16 de octubre de 2019
“La escuela tradicional no responde al funcionamiento del cerebro”
Diario: El país
El matemático Salman Khan, fundador de la Academia Khan, es el nuevo premio Princesa de Asturias de Cooperación
Si algo tiene claro Salman Khan (Nueva Orleans, 43 años) es que no hay que limitar a los niños con nuestro propio aprendizaje. Han nacido en otro tiempo. Khan, matemático, ingeniero eléctrico e informático formado en Harvard y el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) se estrujó el cerebro para dar con una nueva pedagogía que ayudara a una de sus sobrinasprimas de 12 años a entender las matemáticas. Lo consiguió. “Sin prejuicios ni hábitos adquiridos”, cuenta, porque él nunca había sido docente. Descubrió que la clave era buscar las conexiones con otras áreas, todo eso día tras día en conversaciones desde Boston —donde él residía— a Nueva Orleans. Así identificó el “gran fallo” de la escuela tradicional: el contenido se imparte fragmentado, en temas autoconclusivos. Con todas las conexiones cortadas.
Khan, que ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Cooperación 2019, ha conseguido convulsionar el panorama educativo. Desde que creó en 2009 la Academia Khan, una plataforma online gratuita de aprendizaje y sin publicidad (sin ánimo de lucro), más de 72 millones de personas de todo el mundo han seguido alguna de sus 7.000 lecciones en vídeo, unas 100 horas de contenidos que abarcan desde la aritmética básica a la Revolución Francesa. Son distintivos de su modelo pedagógico los llamados mapas de contenidos, un software que encuentra conexiones entre los temas y genera ejercicios de forma automática.
“Es más fácil entender una idea si la puedes relacionar con otra que ya conoces”, explica Khan sentado en uno de los sillones del Hotel de la Reconquista, en Oviedo, tratando de acortar al máximo las respuestas, ya que tiene que atender muchas entrevistas. Pone un ejemplo; la genética se estudia en Biología y el cálculo de probabilidades en Matemáticas, cuando las dos están estrechamente relacionadas. “Son divisiones que limitan la comprensión y dan una imagen errónea de cómo funciona el universo”, dice en alusión a su libro La escuela del mundo, una revolución educativa (Ariel), donde hace una crítica feroz del sistema educativo.
En su opinión, esa forma de enseñar marca la diferencia entre memorizar una fórmula para un examen —lo que sucede hoy en la escuela— o interiorizar la información y ser capaz de aplicarla una década más tarde.“La escuela tradicional no responde al funcionamiento del cerebro, las redes neuronales funcionan con la asociación de ideas, no con temas estancos”, recalca. Mientras enseñaba matemáticas a su prima Nadia en 2004, dedujo que esta se había perdido la clase en la que se explicó la conversión a unidades. Desde ahí, la niña no levantó cabeza en la asignatura. “Ese es otro de los problemas del aula actual, la mentalidad de que hay que seguir con el temario, respetar el calendario. La repetición es básica para el aprendizaje y en un aula normal no se retrocede hasta que todos los alumnos comprenden; algunos se quedan por el camino”. Porque cada uno, afirma, tiene un ritmo de aprendizaje distinto. “Y si no aprenden a su ritmo, acumulan vacíos”. Le ocurrió a su prima hasta que él comenzó a impartirle lecciones por teléfono y a volver una y otra vez sobre los conceptos que se le resistían y le impedían continuar aprendiendo conceptos matemáticos. Visto el éxito, otros familiares le pidieron ayuda. El teléfono ya no era útil así que empezó a hacer vídeos que colgaba en Internet y que son el germen de esta escuela mundial donde la pizarra con los ejercicios no se borra, está siempre en la nube disponible para el alumno.
Para Khan otro de los grandes problemas es que las familias buscan la mejor educación para sus hijos y, en muchas ocasiones, se olvidan del interés y el bienestar de los niños del bloque de enfrente. “Ser egoísta es inherente a la naturaleza humana, pero no es aceptable que solo el 1% de la población entienda lo que está pasando y tenga las herramientas para sobrevivir. Si no perseguimos la educación del vecino, el sistema democrático no funcionará y estaremos permitiendo que surjan los extremos”, concluye.
domingo, 13 de octubre de 2019
José Antonio Marina: «La educación no interesa a nadie, salvo a los padres»
La pedagoga Sonia Díez publica «Educacción», su manual para luchar por el cambio educativo en un sistema obsoleto
La educación es el resultado de la instrucción más la formación de la personalidad». Así resume José Antonio Marina una de las etapas más importantes en la vida de cualquier pesona y que, sin embargo, a tan poca gente importa. En el ámbito político, la educación vuelve a estar sobre la mesa con cada cambio de gobierno. Desde la Transición, España ha pasado ya por ocho leyes educativas diferentes, y según los expertos, ninguna está adaptada a las necesidades del complejo mundo actual.
La educación es el resultado de la instrucción más la formación de la personalidad». Así resume José Antonio Marina una de las etapas más importantes en la vida de cualquier pesona y que, sin embargo, a tan poca gente importa. En el ámbito político, la educación vuelve a estar sobre la mesa con cada cambio de gobierno. Desde la Transición, España ha pasado ya por ocho leyes educativas diferentes, y según los expertos, ninguna está adaptada a las necesidades del complejo mundo actual.
La cuarta revolución industrial no
está llegando al sistema educativo español, cuyos indicadores de
desmotivación entre alumnos y profesores, abandono escolar y desempleo,
son cada vez más altos. Fruto de esa falta de acción nació «Educacción: 10 acciones apra el cambio que nuestros hijos merecen y necesitan»
(Planeta en Ediciones Deusto y 100% solidario a favor del Padre Ángel -
Mensajeros de la Paz), un libro escrito por la profesora, psicóloga, y
directora de colegio Sonia Díez. Durante la
presentación de su segunda edición en Madrid, tanto ella como el que
confiesa, ha sido su gran maestro, el filósofo y pedagogo José Antonio
Marina, pusieron en relieve algunos de los problemas que sufre el
sistema educativo español. «Había cosas que ni siquiera nos
cuestionábamos que podíamos hacer mejor. Simplemente no se hacían por
egoísmo», defendió la autora.
Desde un punto de vista práctico, la educación debe ser que los niños «aprendan a actuar bien,
porque el aprendizaje es activo y por eso la sociedad necesita una
evolución educativa», cuenta Marina. Sin embargo, es muy difícil que
esta se produzca si «solo interesa a los padres que tienen hijos en edad
educativa». Según el último barómetro publicado por el CIS, tan solo 5 de cada 100 encuestados se sienten preocupados por el sistema educativo.
En palabras de Díez, uno de los mayores problemas es que «tenemos poco claro hacia dónde queremos ir. Parece que siempre es otro el que tiene que encargarse de ellos, y por eso mismo hay que plantearse para qué educamos».
Resulta revelador que «cada uno de los miembros de la comunidad
educativa tengan una queja: los padres están asustados, pero también los
directores, los profesores, la Administración, los divuladores.... si
todos estamos a disgusto, ¿por qué no hacemos nada para cambiar esta realidad?», se pregunta.
A pesar de ello, Marina reconoce que «en este momento tenemos la mejor escuela que hemos tenido nunca,
pero no es lo suficientemente buena para un mundo tan complejo como el
actual». Y quizá por ello se muestra optimista al afirmar que «podemos
tener un sistema educativo de alto rendimiento en 5 años,
dedicándole el 5% del PIB, cifras que ya hemos tenido y que actualmente
se sitúan en el 4,2». Uno de los mayores problemas que reconoce en el
sistema actual es la ideologización que se arrastra desde el siglo XIX y
que «no hemos tenido buenos gestores educativos». En esa línea, insiste
en que lo que «los niños van a tener que luchar muchas batallas, y
nosotros debemos enseñarles cómo hacerlo, pero las batallas serán suyas».
Un gran reto
En
cuanto a la capacidad de la escuela de formar a futuros trabajadores
del sistema, Díez destaca que «los trabajos del futuro aún no se han
inventado o requieren otras destrezas que ya no son las que se aprenden en el colegio». Con el desarrollo tecnológico, los profesores caminan, según la profesora, hacia una proletarización de su trabajo, «porque lo van a poder hacer igual (o mejor) las máquinas»,
y justo por eso mismo, los profesionales deben darle «un valor añadido a
su función docente». Para ella, el profesor vive una vida profesional
de aislamiento: «Se les asigna una asignatura y una etapa de
escolarización para toda su vida. Es una carrera plana, poco motivadora,
en la que dan igual los méritos, pues nadie evalúa la evolución de tu trabajo».
Si algo cree Díaz que ha ocurrido en la educación y que ha ahondado en la crisis del sistema es que haya perdido «el vínculo con el gozo intelectual, porque
cuando uno disfruta, quiere más. El problema es que el sistema acaba
cortando las alas. Ahora sabemos que no necesariamente hay una
correlación entre los estudios y el ámbito profesional», comenta.
«Cuando los niños empiezan la escuela quieren aprender, cuando terminan,
aprobar. Estamos sometiéndolos a una serie de entrenamientos que no son
tan naturales», apunta la psicóloga. En este sentido, Marina pone como
ejemplo el uso -cada vez más avanzado- que hacen los niños del teléfono
móvil, y se pregunta «quién los ha enseñado a manejarlos así»: ha sido
su deseo por conocer. Así que, «si los niños no aprenden, es que no enseñamos», y por eso recela de aquellos profesores que se encuentran «blindados» en sus aulas: «El mayor disparate».
Con
todos estos temas sobre la mesa, Díez, sin embargo, es optimista. Para
ella, son los padres más informados los que están viendo «que no tienen mucho sentido algunas cosas que están pasando con sus hijos», y reclama la necesidad de exigir libertad para elegir escuela, basada en su proyecto y en cómo lo lleva a cabo cada centro. El objetivo será, así, reducir la actual brecha que separa a la familia y a la escuela.
Para
concluir, esta activista educativa da un consejo a los padres a cerca
de la elección de centro educativo: «Yo creo en la coherencia. El mejor
colegio para tu hijo es aquel que se adapta a aquello a lo que tú eres
coherente. A partir de ahí, tienen que contribuir con lo que saben».
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