Diario: El país
El matemático Salman Khan, fundador de la Academia Khan, es el nuevo premio Princesa de Asturias de Cooperación
Si algo tiene claro Salman Khan
(Nueva Orleans, 43 años) es que no hay que limitar a los niños con
nuestro propio aprendizaje. Han nacido en otro tiempo. Khan, matemático,
ingeniero eléctrico e informático formado en Harvard y el MIT
(Instituto Tecnológico de Massachusetts) se estrujó el cerebro para dar
con una nueva pedagogía que ayudara a una de sus sobrinasprimas de 12
años a entender las matemáticas. Lo consiguió. “Sin prejuicios ni
hábitos adquiridos”, cuenta, porque él nunca había sido docente.
Descubrió que la clave era buscar las conexiones con otras áreas, todo
eso día tras día en conversaciones desde Boston —donde él residía— a
Nueva Orleans. Así identificó el “gran fallo” de la escuela tradicional:
el contenido se imparte fragmentado, en temas autoconclusivos. Con
todas las conexiones cortadas.
Khan, que ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de
Cooperación 2019, ha conseguido convulsionar el panorama educativo.
Desde que creó en 2009 la Academia Khan, una plataforma online
gratuita de aprendizaje y sin publicidad (sin ánimo de lucro), más de
72 millones de personas de todo el mundo han seguido alguna de sus 7.000
lecciones en vídeo, unas 100 horas de contenidos que abarcan desde la
aritmética básica a la Revolución Francesa. Son distintivos de su modelo
pedagógico los llamados mapas de contenidos, un software que encuentra conexiones entre los temas y genera ejercicios de forma automática.
“Es más fácil entender una idea si la puedes relacionar con otra que
ya conoces”, explica Khan sentado en uno de los sillones del Hotel de la
Reconquista, en Oviedo, tratando de acortar al máximo las respuestas,
ya que tiene que atender muchas entrevistas. Pone un ejemplo; la
genética se estudia en Biología y el cálculo de probabilidades en
Matemáticas, cuando las dos están estrechamente relacionadas. “Son
divisiones que limitan la comprensión y dan una imagen errónea de cómo
funciona el universo”, dice en alusión a su libro La escuela del mundo, una revolución educativa (Ariel), donde hace una crítica feroz del sistema educativo.
En su opinión, esa forma de enseñar marca la diferencia entre
memorizar una fórmula para un examen —lo que sucede hoy en la escuela— o
interiorizar la información y ser capaz de aplicarla una década más
tarde.
“La escuela tradicional no responde al funcionamiento del cerebro, las
redes neuronales funcionan con la asociación de ideas, no con temas
estancos”, recalca. Mientras enseñaba matemáticas a su prima Nadia en
2004, dedujo que esta se había perdido la clase en la que se explicó la
conversión a unidades. Desde ahí, la niña no levantó cabeza en la
asignatura. “Ese es otro de los problemas del aula actual, la mentalidad
de que hay que seguir con el temario, respetar el calendario. La
repetición es básica para el aprendizaje y en un aula normal no se
retrocede hasta que todos los alumnos comprenden; algunos se quedan por
el camino”. Porque cada uno, afirma, tiene un ritmo de aprendizaje
distinto. “Y si no aprenden a su ritmo, acumulan vacíos”. Le ocurrió a
su prima hasta que él comenzó a impartirle lecciones por teléfono y a
volver una y otra vez sobre los conceptos que se le resistían y le
impedían continuar aprendiendo conceptos matemáticos. Visto el éxito,
otros familiares le pidieron ayuda. El teléfono ya no era útil así que
empezó a hacer vídeos que colgaba en Internet y que son el germen de
esta escuela mundial donde la pizarra con los ejercicios no se borra,
está siempre en la nube disponible para el alumno.
Para Khan otro de los grandes problemas es que las familias buscan la
mejor educación para sus hijos y, en muchas ocasiones, se olvidan del
interés y el bienestar de los niños del bloque de enfrente. “Ser egoísta
es inherente a la naturaleza humana, pero no es aceptable que solo el
1% de la población entienda lo que está pasando y tenga las herramientas
para sobrevivir. Si no perseguimos la educación del vecino, el sistema
democrático no funcionará y estaremos permitiendo que surjan los
extremos”, concluye.
“No estoy contra los exámenes, pero no pueden ser el centro”
Durante la entrevista, Khan lo repite varias veces: “No estoy en
contra de los exámenes, creo que son necesarios, aunque no deben ser el
centro del proceso de aprendizaje”. El matemático cree que los
responsables políticos en lugar de centrar el debate en los fallos de la
educación, se obsesionan con los resultados, los
ranking y el número de graduados por año.